La Línea de Fuego

Rojava: la revolución que Occidente ignora

Por Nicolás Ribas (@nicolasribas_) y Alaia Rotaeche (@aL_rc)

Kurdistán es un territorio reclamado por el pueblo kurdo y que abarca zonas de Turquía, Siria, Irak e Irán. Rojava se sitúa entre el norte y el noreste de Siria. El pueblo kurdo es considerado el grupo étnico más grande de Oriente Medio, con cerca de 30 millones de personas, e históricamente ha sido sometido a persecuciones y genocidios. Hace un siglo tuvo lugar el acuerdo de Sykes-Picot en el contexto de la Primera Guerra Mundial, momento histórico en el que los kurdos reivindican un Estado propio. En agosto de 1920 se firma el tratado de paz de Sèvres entre el Imperio Otomano y las potencias aliadas, que acordaba un territorio político para la construcción de Kurdistán. Sin embargo, a finales de julio de 1923 se firman los acuerdos de Lausana que establecen las fronteras de la Turquía moderna y el anhelo kurdo quedó en papel mojado.

En el marco de la Guerra Civil Siria, conflicto bélico que estalló en marzo de 2011, la región se declara como autónoma e independiente de facto en la revolución de noviembre de 2013. En enero de 2014 aprueban y ponen en funcionamiento el «contrato social», un término no estatista usado en lugar de “constitución”. Habitada por una mayoría kurda, Rojava decidió oponerse tanto a Bashar al Assad como a la oposición siria, creando su particular utopía donde anarquismo, ecologismo y feminismo conviven al servicio de la revolución. Se organizan mediante asambleas basadas en el confederalismo democrático, concepto acuñado y desarrollado por Abdullah Öcalan, líder kurdo y presidente del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). Es una organización civil basada, como decíamos, en la democracia directa, con inclusión religiosa y étnica, ecologismo y feminismo; estos factores se combinan con el objetivo de lograr una sociedad justa y en paz.

El confederalismo democrático bebe de fuentes políticas, filosóficas y antropológicas muy diversas. En primer lugar, es importante remarcar que las bases están sustentadas desde abajo. Tal y cómo explica David Graeber, antropólogo y anarquista estadounidense que conoce la realidad de primera mano, las fuerzas de seguridad son responsables ante las estructuras de abajo a arriba y no ante las de arriba a abajo debido a que así lo establecen las instituciones de democracia directa como el TEV-DEM (Movimiento de la Sociedad Democrática). Es una estructura no jerárquica, basada en la horizontalidad. De este modo, las asambleas y los consejos son el medio reconocido para la construcción de su proyecto político. Así tenemos asambleas callejeras, barriales y de las ciudades, que responden a una asamblea general democrática. La idea es lograr una matriz política a través de comunas, con el objetivo de que el pueblo tenga poder de decisión y pueda participar en las decisiones políticas, económicas y sociales de forma eficaz. El nivel político que le sigue son los consejos, hasta llegar al Consejo Popular de Rojava. Las comunidades se forman acorde a los distintos ámbitos de la vida política y las Unidades de Protección Popular Kurda (YPG) son el brazo armado oficial del Comité Supremo Kurdo, cuyas milicias defienden el territorio reclamado por ellos. Este hecho es fundamental porque al ser un territorio no reconocido por la comunidad internacional ni por sus países vecinos tienen que defenderse de aquellos que quieren volver a hacerse con el control de Kurdistán.

Nueva política, multiculturalismo y feminismo, claves de la nueva sociedad

La forma de organización política kurda ancla también sus raíces en la filosofía y las ideas de Murray Bookchin, fundador de la ecología social o anarquismo verde. Bookchin fue un historiador, profesor universitario e investigador estadounidense. Es un modelo descentralizado y localista que propone la construcción de una sociedad ecológica, basada en el desarrollo sostenible entre la biotecnología, la tecnología adecuada, la arquitectura sustentable y una economía cooperativa. Luchan por la autosuficiencia, en parte, porque no les queda otro remedio. Rojava vive bajo un bloqueo económico y no puede ni exportar ni importar a su vecino más próximo, Turquía, a quien le gustaría terminar con el proyecto kurdo. De hecho, en estos mismos momentos Turquía está masacrando al pueblo kurdo de forma deliberada, sin que se produzca respuesta alguna por parte de la ONU y de la comunidad internacional.

En esta Rojava revolucionaria hay cabida para todas las culturas, religiones y lenguas. Aunque la mayoría de sus habitantes son kurdos, hay un número importante de árabes, asirios, chechenos, armenios… y en sus puntos clave están tanto la separación del estado (aunque no hay un Estado como tal) y la religión, como el reconocimiento de todos los idiomas y todas las religiones, la igualdad de oportunidades y la no discriminación. Las minorías no kurdas tienen además sus propias instituciones. De hecho, en esas asambleas populares, multiculturales y multireligiosas en las que se toman las decisiones, los tres máximos funcionarios de cada municipalidad deben ser un árabe, un kurdo y un cristiano, y al menos uno de los tres debe ser una mujer.

Ese aspecto, el de la mujer, es el epicentro de esta nueva sociedad. “La revolución en Rojava es una revolución de la mujer”, afirma Melike Yasar, representante del Movimiento Internacional de Mujeres Kurdas, en un reportaje del medio Resumen Latinoamericano. Y es verdad; el empoderamiento de la mujer es un objetivo clave. No se trata de algo que vaya paralelo a la revolución, sino que constituye la revolución. En Rojava, como afirma Daniel Graeber, van más allá y creen honestamente en unos valores feministas que en Occidente no pasan de ser teóricos. Y los traducen a hechos.

Algunas de las “leyes” fundamentales de esta nueva comunidad son claras en ese sentido. Se prohíbe el matrimonio antes de los 18, la circuncisión femenina y la poligamia, y se establece la igualdad entre el hombre y la mujer; todas ellas medidas para combatir el patriarcado existente tanto en la sociedad oriental como, de forma más velada y no por ello menos peligrosa, en Occidente. En Rojava, en las asambleas de toma de decisiones, en la política, en la vida militar, la mujer tiene un papel imprescindible. “Las mujeres son a esta revolución lo que el proletariado fue a las revoluciones marxistas-leninistas del siglo pasado”, señala la autora Janet Biehl en un reportaje para Roar Magazine.

Milicianos formados

Las milicias reciben formación política y feminista y la educación juega un papel clave. Como señala Melike Yasar, todas esas mujeres que llevan un arma entre sus manos también llevan un lápiz. La cultura y el empoderamiento femenino, impulsado también por los hombres por supuesto, va parejo a la acción militar. La milicia Estrella YJA (Unión de Mujeres Libres) reúne a todas esas mujeres que suponen una dura resistencia al terrorismo del ISIS, resistencia militar e ideológica. En este sentido, muchos autores, entre ellos el propio Graeber, establecen un paralelismo entre estas milicias y las Brigadas Internacionales españolas. Sin embargo, apenas un 10% de las mujeres de Rojava combaten al ISIS; el resto se dedica a la construcción política y de esa nueva sociedad experimental.

Los kurdos (y las minorías que viven con ellos) se han dado cuenta, en palabras de Graeber, de que la verdadera revolución y la construcción de un nuevo modelo de sociedad pasa por la liberación de la mujer: “Uno no puede deshacerse del capitalismo sin eliminar el Estado, uno no puede librarse del Estado sin librarse del patriarcado”. Sin embargo, a la vez que es el epicentro de la revolución, la liberación de la mujer también es su problema más complicado, ya que algunas comunidades árabes sienten que eso viola algunos de sus principios religiosos. Sin embargo, para las instituciones de democracia directa de Rojava (el TEV-DEM) es un paso ineludible para el auténtico cambio.

Kobane no tiene valor estratégico para el ISIS, sino un valor propagandístico. Para ellos es importante la propaganda de la victoria. El ISIS lucha no contra los kurdos, sino para destruir este nuevo sistema. Ser derrotados por una sociedad feminista, multicultural, sostenible… es la mayor de las humillaciones para ellos. Por eso es un objetivo clave para la organización terrorista. Tampoco Occidente, Turquía, Arabia Saudí, Irán… quieren que el experimento de Rojava tenga éxito, porque sacudiría todos los valores en los que se cimienta la sociedad internacional actual.