La Línea de Fuego

Pero, ¿qué es un gobierno a la portuguesa?

Pues de momento, —perdónenme que les diga— algo fuera de nuestro alcance.

Seguramente, el 4 de octubre de 2015 los portugueses acudieron a su cita electoral con ese extraño sentimiento de responsabilidad que brota entre la resignación y el inconformismo de quien se sabe quemando la única oportunidad que tiene en cuatro años de decidir un nuevo capítulo de su vida. Y después de haber visto cómo el anterior se consumía a la espera de un cambio, no es para menos.

Así, las urnas hablaron para castigar con una amarga victoria a la derecha: la coalición formada por el Partido Popular Democrático/Partido Social Demócrata (PPD/PSD) y el Partido del Centro Democrático Social – Partido Popular (CDS-PP) pasó de sumar por separado algo más del 50% de los votos en 2011 a un escaso 37% que lo demostraba como proyecto fracasado.

En la otra cara de la moneda, la izquierda se vio claramente fortalecida: tanto el Partido Socialista (PS), como el Bloque de Izquierdas (BE), como la coalición entre el Partido Comunista Portugués y el Partido Ecologista de Los Verdes (PCP-PEV) —y hasta el Partido por los Animales y por la Naturaleza (PAN)— han visto crecer su apoyo ciudadano en la última elección de los 230 diputados que conforman la Asamblea de la Tercera República Portuguesa.

Y hasta aquí, la historia nos puede resultar familiar.

El día 22 de octubre de 2015, el Presidente de la República, Aníbal Cavaco Silva, designó como Primer Ministro al candidato de la coalición de derechas, Pedro Passos Coelho, el que llevaba cuatro años ostentando el cargo y que, una semana después, tomaría posesión del que ya es el gobierno más breve de la historia del país. Y es que, el 10 de noviembre una moción de censura abría el camino hacia un gobierno de izquierdas sin precedentes. El día 26 de noviembre de 2015 tomaba posesión como Primer Ministro el socialista António Costa, que con el apoyo de comunistas y ecologistas (BE, PCP-PEV y PAN), ha formado un gobierno tan alternativo como factible. Bueno, o al menos, factible en un país como Portugal.

Pero, ¿por qué está fuera de nuestro alcance?

Para empezar, la izquierda en España está lejos del pluralismo luso. Hasta las pasadas elecciones al Parlamento Europeo de mayo de 2014, los españoles no tenían más opción a la izquierda del socialismo que la de Izquierda Unida. Mientras tanto, los portugueses siguen confiando sus votos a ideales como el comunismo o el anticapitalismo, como el ecologismo o el feminismo. Sí, sí, los portugueses votan a la izquierda sin miedo a desperdiciar su derecho a decidir.

Para seguir, a lo largo de la historia de su democracia, los políticos portugueses han desarrollado una amplia tradición de apertura al diálogo. Las candidaturas y gobiernos en coalición son mucho más comunes en Portugal que en España, quizás por su capacidad de dar pasos atrás en sus programas en virtud de un pacto. Y eso es lo que ha ocurrido esta última vez: tres acuerdos entre los socialistas y las otras tres fuerzas de izquierdas han hecho posible un gobierno tan heterogéneo como solícito.

Por último —y quizás lo más serio y determinante—, la izquierda portuguesa tiene un fuerte sentimiento nacionalista que comparte con todo un pueblo que se sabe fuerte desde aquella revolución que en 1974 inundó sus calles de color rojo pasión. Y en fin, la fractura española en estos términos es tan obvia que no queda mucho más que añadir.

Así las cosas, parece evidente que el socialismo portugués no es el socialismo español y que, por el momento, un gobierno a la portuguesa es algo fuera de nuestro alcance. No sé, quizás debamos ponerle otro nombre…