La Línea de Fuego

Rosa María Calaf: una periodista irrepetible

Por Nicolás Ribas

Viajera, feminista, pero sobre todo, una periodista irrepetible. Hablamos de Rosa María Calaf (Barcelona, 1945), referencia y periodista por excelencia en España, famosa por haber puesto rostro durante más de tres décadas (1970-2008) a la televisión pública española desde las cámaras de TVE, siendo la corresponsal más veterana de la cadena hasta la fecha y habiendo cubierto ciudades como Nueva York, Viena, Moscú, Buenos Aires, Roma o Pekín.

Sin embargo, Calaf empezó estudiando Derecho en la Universidad de Barcelona, con la intención de desarrollar carrera diplomática y realmente llegó al periodismo por casualidad, ya que en 1962 ni siquiera existía la carrera de Periodismo como tal. Fue en Las Ramblas, el centro neurálgico de Barcelona, donde la periodista empezó sus estudios en la Escuela Oficial de Periodismo que se abrió en un piso de este emblemático paseo, compaginándolos con la carrera de Derecho. Durante ese mismo periodo se hizo un hueco en Radio Barcelona, en un espacio dedicado a la universidad y poco más tarde empezó a colaborar con Radio Peninsular (algo así como la rama comercial de Radio Nacional) haciendo reportajes a pie de calle. Pero aún así, seguía con la idea de entrar en la Escuela Diplomática y de hecho hizo unos cursos de tres meses en el Palacio de Santa Cruz de Madrid (hoy sede del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación).

A mediados de los años 60 estuvo en Estados Unidos haciendo unos “cursos de extensión” (lo que hoy en día serían los másteres) para formarse en política internacional y allí recibió clases de gente como Nelson Rockefeller o Jimmy Carter. Más tarde, una vez terminada su carrera de Derecho, se fue disparada a París coincidiendo con las protestas del mayo francés (más conocido como mayo del 68), protagonizadas por universitarios desencantados y sin futuro laboral, trabajadores descontentos, millones de jóvenes movilizados contra la guerra de Vietnam y personas de los cinco continentes deseosas de libertad. La movilización condujo a la mayor huelga general de la historia de Francia y aunque no se produjo ningún cambio en las estructuras del poder ni revolución política alguna, el Gobierno se vio obligado a negociar con los sindicatos y acabó pactando un aumento salarial del 14%, reducciones sustanciales de la jornada laboral y garantías de empleo y jubilación.

A pesar de su idea inicial ligada a la carrera diplomática, no es de extrañar que acabara siendo una de las corresponsales más prestigiosas del periodismo español y es que ya de muy joven le perseguía ese espíritu viajero propio del corresponsal.

He hecho del mundo mi hogar, del viaje mi vida y el acercarme a lo que es diferente, mi objetivo.

Nació en el seno de una familia muy liberal para la época, teniendo en cuenta que centramos el relato en el contexto de la dictadura franquista, a finales de los años 50. En sus propias palabras, sus padres siempre le dieron la libertad para tomar sus propias decisiones. A los 13/14 años se fue a estudiar en verano a la Escuela Internacional de Vichy, en Francia, y nada más cumplir la mayoría de edad se embarcó en un viaje rumbo a Bélgica, con el objetivo de hacer un curso sobre la UE (Unión Europea) en la Universidad Libre de Bruselas. Junto a una veintena de compañeros decidió llevar la aventura más allá, y fueron capaces de llegar hasta Suecia haciendo autostop, habiendo pasado también por ciudades como Hamburgo o Copenhague. Esta curiosidad por la aventura y el deseo de conocer otras culturas le viene heredado de su abuelo, que había estado en países tan dispares como Estados Unidos, Cuba o la India.

Me reservo tres meses al año para viajar. Colaboro con ONG’s, universidades, casas de cultura o de cine, que me gusta mucho; y soy una habitual de los festivales cinematográficos. Pero tres meses son para viajar, que es lo que me gusta. Por ejemplo, el primer año tras mi regreso a España hice Australia y Tasmania; recorrí prácticamente 13.000 kilómetros por Australia. Hay quien me comenta: “debe de ser carísimo”. ¿Carísimo? Duermo en tiendas de campaña. ¿Qué creen, que voy a hoteles de cinco estrellas?

Rosa cuenta también que siempre ha sido más difícil ejercer el periodismo siendo mujer, y que supone una dificultad añadida, por el simple hecho de serlo. “Tienes que estar demostrando tu capacidad porque no se te supone”, afirmaba en una entrevista que le hizo Pablo Iglesias en Otra Vuelta de Tuerka. Durante el periodo franquista, querer ser reportera y encima siendo mujer, era algo muy extraño, por no decir utópico. Ahondando en el papel de las mujeres en el periodismo (aunque esto no ocurre solo en el periodismo, sino en muchas otras esferas de la vida pública), afirma que éstas están “limitadas por el techo de cristal”. El techo de cristal es un concepto desarrollado por la teoría feminista que hace referencia a la evidente limitación del ascenso laboral de las mujeres en las estructuras organizativas de las empresas. Se trata de un techo “invisible”, ya que no existe ninguna ley que limite de forma explícita la carrera profesional de las mujeres, pero está ahí, es difícil de superar y les impide seguir avanzando. Sin duda, no hay más que fijarse en los principales periódicos de este país, pues todos ellos tienen como director a un hombre y no será porque no haya mujeres lo suficientemente preparadas y válidas ejerciendo el periodismo en España.

En la televisión prima la sociedad de la banalización y del espectáculo, en lugar de la información. Lo fácil es frivolizar, las mujeres están limitadas por el “techo de cristal” y las hay con talento que no son contradas por su talento, sino porque tienen buena imagen y son atractivas.

En una entrevista realizada por ATTAC, el movimiento internacional que se opone al sistema capitalista y que propone un modelo económico y social diferente, se muestra también muy crítica con los medios de comunicación.

La verdad es que hay que desconfiar mucho de los medios convencionales porque, efectivamente, se han alineado con el pensamiento único que, como dice Ignacio Ramonet, es como una doctrina viscosa que lo penetra todo, incluso a los que nos oponemos a ello.

Según ella, lo importante es que el ciudadano sea consciente de ello, sepa que está ocurriendo y esté alerta, ya que, según continúa explicando, “no se cuenta todo lo que se tiene que contar, hay muchos silencios, muchos estereotipos, y por ello hay que hacerse una dieta de medios”. La veterana periodista siempre ha hablado muy claro en este sentido, y ha advertido también de la necesidad de promover el espíritu crítico en los niños. En esta línea cuestiona la calidad informativa de ciertos medios de comunicación, ya que, según ella, “uno no puede tragarse todo lo que recibe, puesto que si solo comemos porquería informativa tendremos un cuerpo social enfermo”.

La sociedad del entretenimiento convierte la información en espectáculo, principalmente por medio de la televisión, y una persona famosa pasa a ser “prácticamente una estrella”.

La gente de la calle es amable y agradable conmigo y el 98% de las veces que me paran para decirme algo es para hablarme de mi trabajo y eso es muy reconfortante. Piensas que quizás has conseguido marcar un poco la diferencia. Una vez una mujer me paró y me dijo: “Gracias a usted he aprendido muchas cosas”. Y aún mejor, hay gente que me dice: “A usted la creo”. Está claro que para un periodista no hay nada mejor. Mi popularidad tiene una base, no se debe únicamente a que salga en la tele. Hay personas que han valorado lo que he hecho, y yo lo he hecho lo mejor que he podido. Está claro que he trabajado con una cierta idea de compromiso, como todos los que nos tomamos esta profesión en serio. Quiero decir que el periodismo no es un trabajo y ya está, sino que entraña una responsabilidad: hay que hacerlo lo mejor posible y tratar de aprender constantemente.