Escribo desde la más absoluta subjetividad, todo lo que sé sobre la depresión es lo que he visto en las personas que la han padecido a mi alrededor. Por desgracia no ha sido solo una, tanto en el ámbito familiar como en mi grupo de amigos he podido ver la crudeza de esta enfermedad muy de cerca.
Según la RAE la depresión es un «síndrome caracterizado por una tristeza profunda y por la inhibición de las funciones psíquicas, a veces con trastornos neurovegetativos». Ahora bien, desde mi punto de vista el problema radica en el qué. Es decir, qué produce tanta tristeza a una chica de 24 años como para que caiga en una depresión y empiece a tomar ansiolíticos. Si la depresión es la peste de nuestra era, los ansiolíticos son los caramelos de la misma.
Me faltan dedos de una mano para contar los amigos que han tomado ansiolíticos porque sus parejas les han dejado, porque no les gusta su cuerpo, porque no encuentran un trabajo decente. Ya tenemos el qué nos hace caer en depresión. Ahora bien, estos problemas son inherentes a la vida que llevamos, quiero decir, todos tendremos que enfrentarnos a ellos tarde o temprano y es normal que nos provoquen ansiedad, lo realmente preocupante es que no seamos capaces de controlar esa ansiedad.
Vivimos en un mundo en el que se nos dice continuamente que debemos ser perfectos, tienes que tener pareja o serás un eterno solitario, tu cuerpo debe ser perfecto porque sino jamás podrás tener una pareja, poco importa tu interior lo que ven es el exterior. «¿Que tienes una carrera y trabajas en un Mc Donald’s? ¡Qué fracasado!»
Toda esa presión aumenta la ansiedad. Si nosotros mismos ya nos presionamos, queremos conseguir las metas que nos hemos puesto, pero la sociedad presiona aún más. Al final, acabamos con veinticuatro años y ansiolíticos.
Como ya he dicho, no soy para nada una experta en la materia pero, desde mi humilde opinión, las pastillas, sin más, sin una terapia o una posible solución al problema no hacen más que apagarlo momentáneamente. Estás más tranquilo por los químicos, no porque hayas aprendido a superar tu problema. El ansiolítico se convierte así en una tirita que se acabará cayendo y volviendo a dejar el problema sin solución al aire libre o, por el contrario, puede que se encostre en tu piel y ya no podáis separaros jamás .
Me asusta ver que los receten como caramelos, todo aquel que va a la consulta por un problema de depresión se lleva primero la pastilla y ya después, la cita con el psicólogo o el psiquiatra. No sé si será por favorecer a la industria farmacéutica o porque muchos médicos de cabecera han perdido la paciencia con esta pandemia. También me asusta que gente de mi edad se hunda porque ha perdido a su pareja, que se hayan creado dependencias emocionales tan fuertes. Que no encuentren (encontremos) un trabajo decente y el futuro incierto de nuestras vidas nos haga caer en depresión. Igual deberíamos hacer más caso a Sara Herranz. Yo también creo que «somos muy jóvenes para estar tan tristes».