La Línea de Fuego

El complejo del salvador blanco: lo racista que puede ser ir de voluntariado

Salvar el mundo en dos semanas y tener la mayor experiencia personal de tu vida no es posible. Es la trampa de lo que hoy en día se conoce como “volunturismo”, algo que las empresas del sector humanitario han potenciado para poder satisfacer las necesidades de una generación que ha nacido en un mundo globalizado.

Volunturismo es el sinónimo de pasar unas vacaciones realizando voluntariado. Por un lado,  la oferta para cubrir este tipo de proyectos es sencilla: reconstruir una escuela en dos semanas en una isla paradisíaca como Costa Rica por tan solo 2.000 euros, por ejemplo.  Esa cantidad de dinero va destinada principalmente a cubrir gastos de organización o salario del equipo, pero no está destinada en su integridad al proyecto en sí. Por otro lado, su finalidad sencillamente es satisfacer al cliente en aquello que está demandando y este monto de euros pueden suponer seguridad y tranquilidad a la hora de irse a un lugar desconocido.

El origen del error está en el concepto de voluntariado. Hemos pasado de pensar en la innovación educativa, el desarrollo sostenible de una comunidad en vías de crecimiento o la implicación en la reconstrucción de una zona afectada por los desastres naturales a centrarnos en cómo engrosar nuestros currículums, marcar la diferencia o vivir una experiencia personal inolvidable.

De nuestras necesidades nace el negocio en un mercado competitivo envidiable. Las empresas relacionadas con el sector han sabido jugar con nuestras inquietudes y los medios de comunicación han ayudado a invertir la balanza de lo que significa realmente voluntariado.

A pesar de las buenas intenciones, las consecuencias del volunturismo pueden ser devastadoras para la comunidad local. En primer lugar, en algunas ocasiones la demanda de proyectos no está ligada con las necesidades de la comunidad a la que pretendemos ayudar. En algunos países del sudeste asiático como Camboya o en países africanos como Uganda, se ha visto favorecido el tráfico de menores, debido a la ausencia de huérfanos en los orfanatos a los que están destinados los jóvenes para cumplir con su proyecto.

En segundo lugar, el empleo local también se ve afectado en las comunidades en vías de desarrollo. Normalmente, se importan jóvenes poco cualificados en lugar de formar a locales para poder hacer el trabajo de profesor o de médico y que de ese modo pudiesen participar en el crecimiento de la localidad y también en su independencia.

Los voluntarios vuelven a casa después de dos semanas transformadoras, pero los niños y niñas o mujeres necesitan una ayuda a largo plazo, que es algo que no se puede vislumbrar en este tipo de proyectos.

En tercer lugar y relacionado con lo anterior, afecta al desarrollo de la sociedad. Tal y como explicó Pepa Biddle en un artículo en el Huffington Post, el voluntario puede retrasar el crecimiento positivo por ser proyectos generalmente de corto plazo que ayudan a perpetuar la idea del “salvador blanco occidental en el Tercer Mundo”.

¿Cuál es la solución?

Entonces, ¿cuál es la solución o cual es “el buen voluntariado”? En el año 2010, Naciones Unidas presentó un documento por el cual se establecen las pautas de como ayudar las comunidades en vías de desarrollo. También, organizaciones como Save the Children o Childsafe Network han alertado de los peligros de hacer turismo con este fin.

Para poder ayudar hay que pensar que es realmente un voluntariado para nosotros, en dónde lo podemos hacer para que nuestras intenciones se conviertan en una ayuda útil y saber alejarse de ofertas tentadoras solo por marcar la diferencia en nuestra sociedad, ya que en realidad no están destinadas a la cooperación.

voluntarios-niños

Campaña Children Safe Network