La Línea de Fuego

De culturas, personas e historias apasionantes

Las historias británica y española se han entrecruzado durante años, pero a simple vista parece que nunca han ido estrechamente de la mano. Al menos para la mayor parte de la sociedad, sobre todo la española. Pero para ello existen investigadores, historiadores y antropólogos, gente (encima muy joven) como Marina Pérez de Arcos, una historiadora española, ex alumna del British Council School, que se ha remontado a los orígenes del famoso colegio británico en Madrid, a su fundación y también a su labor en la resistencia contra los alemanes en la Segunda Guerra Mundial.

El currículum de Marina es impresionante; es de esa gente a la que uno conoce y automáticamente quiere a) ser su amigo b) ser como ella. Sevillana, pero madrileña de adopción, es la primera hispanohablante (es bilingüe, por supuesto) en recibir la beca del Rothermere American Institute, licenciada en Economía e Historia, y ahora mismo profesora de la Universidad de Oxford y coordinadora de Estudios Españoles en esa misma institución. Para realizar su investigación como historiadora (que comenzó en 2015, por “curiosidad” ante el 75 aniversario del colegio), ha consultado los archivos de la RAE, los británicos (en su universidad y en el Archivo Británico), y también los archivos del duque de Alba, que era gran amigo del fundador del British Council; pero su labor le ha llevado incluso hasta la UCLA (Universidad de California), e incluso Italia y Alemania.

Aunque es obvio que hoy en día se trata de un colegio al que no todo el mundo puede permitirse acudir, en sus inicios no era tal el caso. Como contó Marina el pasado jueves en la presentación de su investigación en el British Council, la fundación de la institución nace de la pasión de su fundador, el irlandés Walter Starkie, por la cultura española, y lo lleva a cabo como una labor patriótica. En una ciudad llena de proalemanes y de espías de Hitler, Starkie vio una oportunidad para, a través de la educación, acercar a británicos y españoles e introducir en las vidas de estos últimos la cultura y la política británicas, muy liberales para la España de la época, precisamente cuando los ingleses estaban en plena lucha contra los alemanes.

Starkie tenía un gran conocimiento de la cultura y la lengua españolas, una gran red de amigos y de contactos en España y era un personaje influyente. Uno podría pensar que no era un buen momento, ni para España ni para Reino Unido, con Madrid todavía destruido por la reciente guerra y con Churchill inmerso en el conflicto contra Alemania, para emprender una labor de esa envergadura, pero Starkie lo vio como algo útil desde varios puntos de vista. Por un lado, sería un colegio para niños ingleses y españoles de entre 4 y 10 años, que serviría para acercar a ambas culturas; por otro, un “club” para los británicos residentes en Madrid, pero también para intelectuales españoles que se oponían a Alemania, un sitio donde reunirse, hablar de ciencia y literatura y realizar conferencias y eventos; y, por otro, un foco de resistencia, de donde surgían muchos colaboradores con los servicios secretos británicos.

El invento de Starkie ocupó un lugar primordial, de unión de culturas y de centro de la intelectualidad del Madrid de los años 40. Su primera ubicación fue un palacete en la calle Méndez Núñez, cerca del Retiro y, casualidades de la vida, del Ritz, en aquel entonces un nido de espías alemanes. Marina menciona en su investigación a personajes fundamentales como el propio Walter Starkie, el duque de Alba (que desempeñó un papel también de mediador y ayudó mucho al irlandés), Eduardo Martínez Alonso, el médico del centro, o Margarita Taylor, la dueña del café Embassy, ambos colaboradores (que no espías) de los servicios secretos británicos.

Son unos orígenes apasionantes, casi desconocidos, de un Madrid convulso y tremendamente atrayente, de humo de tabaco, mensajes en clave, de diplomáticos, de mujeres valientes, hoteles, huidas a Portugal y dos culturas que estuvieron más unidas de lo que pensamos.