La Línea de Fuego

Silvia Herreros de Tejada: «La fantasía y la memoria forman parte de nuestra identidad, más incluso que la vida real»

La escritora Silvia Herreros de Tejada, por Belén Bermejo.

Dos hermanas gemelas de una familia bien parten de Cuba en dos de los éxodos más importantes que vive la isla, cada uno con su historia y en momentos distintos: la Operación Peter Pan y el Mariel. Una, Mirta, llega a Madrid; la otra, Letty, se dirige a Miami, donde, junto al que será su marido, creará una importante fundación para ayudar a los cubanos exiliados. Esta es la premisa de la nueva novela de Silvia Herreros de Tejada, La otra isla.

Entre ambas, la memoria familiar construida a base de recuerdos idealizados, leyendas, un tesoro familiar perdido por culpa del régimen de Castro, y siempre, de fondo: Cuba. O mejor dicho, Cubas.

Porque son muchas las Cubas que tejen esta novela. «Ser un exiliado es como ser una isla en ti mismo», me cuenta la autora a través del teléfono. Su voz me es de sobra familiar porque es una de las «Silvias» del programa Carne Cruda, a través del cual he llegado a su faceta como escritora.

El exilio, la identidad y la memoria familiar

El germen de la novela está en la figura de Gertrudis Gómez de Avellaneda, poeta romántica, nacida en Cuba, de madre cubana y padre español, y que siempre estuvo entre dos aguas. Su poema Al Partir es un símbolo del exilio cubano. «No está en el canon literario de ninguno de los dos países, y por eso me interesaba explorar cómo el exilio marcó la identidad de esta escritora y a partir de ahí abordar otros exilios». Y una de las facetas más interesantes de esta novela de mujeres que es La otra isla: cómo el exilio afecta no solo a la persona que lo sufre, sino a quienes le rodean.

Por ejemplo, a los descendientes. Lara, hija de Mirta y nacida en España, piensa que el exilio y la «cubanidad» y el «cubaneo» a ella no le afectan, pero a lo largo de su viaje en la novela se dará cuenta de que los recuerdos de su madre y su tía están impregnados en su piel y también gobiernan su vida; que Cuba está en ella. Algo parecido le pasó a la misma Silvia en su viaje a Cuba para documentarse. Su familia materna es cubana y viajó a la isla «con todas las historias que me habían contado, y me encontré con algo totalmente distinto».

Ese juego entre los recuerdos, nuestras propias ficciones, la memoria colectiva y la individual es lo que rige la novela, apoyada en un inmenso «trabajo de campo», como lo llama ella misma, histórico, musical, cultural y, también cómo no, tratándose de Cuba, político. En ese sentido, la memoria y la fantasía (lo que recordamos, porque los recuerdos son ficciones al fin y al cabo) juegan un papel central en La otra isla.

«Estamos formados por la memoria propia y ajena, por las fantasías propias y ajenas, y la memoria colectiva familiar es al final la de uno mismo»

Pero remarca: «No quise hacer una novela política; el conflicto del exilio cubano es tremendamente maniqueo, de buenos y malos, y quise alejarme de eso». Y lo consigue: la política está ahí (tanto el anticastrismo ferviente como la romántica épica de la Revolución y los barbudos que bajaron de Sierra Maestra a liberar al pueblo cubano) y marca las vidas de los personajes, pero no define la novela. La escritora habla más de momento histórico que de momento político.

Y eso, tratándose de Cuba, es difícil, me imagino, y así se lo digo. «Me costó muchísimo», señala la autora. De ahí la necesidad de hacer ese trabajo en Miami y Cuba y recopilar tantas versiones como Cubas existen: «Hablé con gente que apoyaba al Régimen, con disidentes, con personas que estaban ahí porque no les quedaba otra… También con personas con una historia similar a la de Letty, que luego inspirarían el personaje, que venían de familias bien que se fueron y ellos se quedaron para apoyar a la Revolución». Y posteriormente construiría a Omar, el único personaje masculino relevante, que aporta la visión desde fuera de esta familia, de otro estrato social y con otra historia.

Una novela personal y de duelo

Si suena apasionante, emotiva, pasional y original, es porque lo es. La novela abarca muchos géneros: es, ante todo, romántica, una novela de pasiones exacerbadas y sentimientos a flor de piel. «Fidel Castro fue el mejor escritor romántico de la historia», dice el personaje de Letty en la novela. Y es que, ¿quién se atreve a negarlo? La autora lo resume así: «Esos barbudos bajando desde Sierra Maestra, con una épica de heroicidad absoluta, un aire de rock&roll… Todas las chicas estaban enamoradas de Fidel». Y ha querido dar a La otra isla ese aire romántico para plasmar sobre la página todas las Cubas que ha heredado, que le han contado, pero que también ha investigado ahora.

Esa mezcla de bagaje personal y familiar y trabajo ha dado como resultado una novela fascinante, intensa, de estructura fragmentada y personajes femeninos inolvidables. Lara, Mirta y Letty «me permitían explorar distintos puntos de vista en torno a la misma idea»; la visión de los descendientes de exiliados, una visión totalmente idealizada y romántica y otra más política.

Aunque es ficción, y así lo remarca ella misma, hay una parte muy personal en la novela, inevitablemente, y ella no tiene reparos en hablar de ello. Su otra novela, La mano izquierda de Peter Pan, trata sobre una de sus pasiones, el cuento de J.M.Barrie (aunque tiene mucho más). Y siempre había tenido claro que quería escribir, de forma abstracta, «la novela de Peter Pan y la novela de Cuba».

La figura de Gertrudis Gómez de Avellaneda (la omnipresente «tía Tula» que en la novela aparece como pariente de las protagonistas) le dio el punto de partida, pero también se asienta en otros dos importantes elementos: «la necesidad de entender el exilio cubano que experimentó mi familia y la muerte de mi madre».

Así, es también una novela de duelo. «Me gustó mucho revivirla, me gustó pensar en cosas en las que no había pensado antes, entendí cosas de ella que no había entendido… Es un afán por analizar a Gertrudis, por analizar el exilio cubano y de alguna manera por tener un punto de conexión con mi madre que ya no podía tener en la vida real, pero sí a través de la literatura«, reflexiona.

Su editora, Belén Bermejo, querida referente del mundo cultural que falleció hace poco, hablaba de esta novela como el «Jane Eyre tropical» de Silvia Herreros de Tejada. Qué mejor recomendación que esa.