La Línea de Fuego

Libros para luchar contra la gordofobia

Imagen de la portada del libro 'El cuerpo no es una disculpa'.

Compartir visiones de vida es importantísimo, sobre todo en ciertos ámbitos donde las voces han sido silenciadas durante mucho tiempo. Pasa con el feminismo, con el racismo y pasa también con la gordofobia. La falta de representación gorda en el ámbito cultural brilla por su ausencia y, si lo hace, no deja de caer en estereotipos de los que estamos hartas.

Además, reconocernos en las vivencias de otras que sufren lo mismo que nosotras y dan el paso de alzar la voz y plasmar en palabras lo que nos rodea es un aspecto importantísimo para el empoderamiento de todas. Sentir la gordoridad y que no estás sola en un mundo donde la opresión hacia las personas con cuerpos grandes o que están en los márgenes de los cánones establecidos es fundamental para poder sanar las relaciones con nuestros cuerpos.

Poco a poco están apareciendo los testimonios de todas esas que ponen palabras a sentimientos que experimentamos quienes sufrimos gordofobia pero no identificamos. Aquí quedan algunos de los que a mí más me han ayudado en el camino, más me han hecho reflexionar sobre el privilegio pese a la opresión y me han abierto los ojos para seguir andando sin desfallecer.

10 gritos contra la gordofobia, de Magdalena Piñeyro

Fue mi primer libro sobre el tema. Lo compré el año pasado, algunos meses después de su publicación, como parte de un impulso comprador de libros en la Librería de Mujeres. Lo hice porque me llamó la atención su portada con la ilustración de Arte Mapache de una gorda. Pero una gorda gorda. Y la palabra gordofobia en el título. Una palabra que yo había sentido siempre pero a la que era incapaz de ponerle nombre. Quizás suene exagerado, pero los diez gritos de Magda me salvaron. Me salvaron de pensar que yo estaba loca por completo y que el problema era enteramente mío.

10 gritos contra la gordofobia es un perfecto libro de iniciación en este tema, tanto si estás en lado oprimido como en el lado opresor. Magdalena usa las mejores palabras en el momento adecuado, te hace entender la necesidad de la gordoridad y el empoderamiento del cuerpo gordo. Que la meta de todo esto es, simple y llanamente, que nos dejen ser felices. Y si para ello tienes que gritar diez, veinte o mil veces, lo haces.

¿Cómo olvidar la primera vez que me obligaron a esconder mi barriguita de niña? ¿Cómo borrar los insultos desde los coches, los señalamientos en la calle, el acoso y la vergüenza en el colegio? ¿Cómo eliminar de mi mente todas las veces que los médicos me diagnosticaron «gorda»? ¿Cómo superar la humillación de que numerosas personas que me atraían sexualmente me rechazaran por ser gorda? ¿Cómo ignorar las miradas de asco en la playa? ¿Cómo olvidar aquella mañana que me echaron de una tienda de ropa diciéndome «aquí no hay ropa para ti»? ¿Cómo no pensar en las indisimuladas miradas cuando estoy comiendo? ¿Cómo apagar en mi mente todas las voces que me llamaron «gorda»?

Tienes derecho a permanecer gorda, de Virgie Tovar

Uno de esos libros que no pude dejar de subrayar. En apenas 100 páginas Virgie Tovar cuenta parte de su vida y cómo la gordofobia ha influido en ella. Indaga en el origen de la gordofobia, en ese momento en el que alguien te dice que no puedes hacer algo con el cuerpo que tienes. Deja abierta la puerta de cómo las personas gordas vivimos nuestra sexualidad y nuestras relaciones con la gente que nos rodea.

Tovar narra de forma fluida, con ejemplos que ilustran que podemos ser cualquiera de nosotras en cualquier momento de nuestra vida quien escribe esto. Podemos ser cualquiera de nosotras esperando a perder esos kilos que el sistema nos dice que nos sobran para empezar a vivir. Virgie te abre los ojos: ya tienes una vida, vívela como te plazca. Pero para ello necesitamos ayuda.

«No puedes encontrar el amor por ti misma avanzando por un camino pavimentado de odio hacia ti misma», escribe. Reconozco que lloré cuando leí esto. Durante toda mi vida me han dicho que el problema era mío, que tenía que tener una autoestima maravillosa y estupenda por mí misma mientras me enseñaban que para ello tenía que cambiarme.

Mi vida no me resultaría más fácil si estuviera delgada. Mi vida sería más fácil si esta cultura no estuviera obsesionada con oprimirme porque soy gorda. La solución a un problema como la intolerancia no es hacer todo lo que esté en nuestra mano para que el intolerante se sienta bien. La solución es librarse de la intolerancia.

Hambre, de Roxane Gay

Cuando compré este libro esperaba algo relacionado con los dos anteriores. Un camino fácil que seguir en el que me sintiese identificada. No fue así. Las memorias de Roxane Gay van más allá. Comienza contando su experiencia en una clínica donde realizan operaciones de reducción de estómago. Dice la aterradora cifra de su máximo de peso.

Pero lo más aterrador no es eso, sino el motivo que la llevó a engordar premeditadamente. Para ella su vida tiene dos partes: una antes y después de ganar peso y otra antes y después de sufrir una violación. Después de ella, Roxane se refugió en su cuerpo como en una fortaleza, pero acabó siendo una jaula.

Esta experiencia va más allá que otra que haya escrito. Va más allá de las teorías e incurre en las contradicciones del ser humano. No es un libro cómodo de leer, pero sí imprescindible.

De todas las cosas que desearía haber sabido antes y ahora sé, desearía haber sabido que podía hablar con mis padres y recibir ayuda, que podía recurrir a algo distinto de la comida. Desearía haber sabido que yo no tuve la culpa de que me violaran.

Lo que sí sabía era que podía comer, y lo hice porque comprendí que podría ocupar más espacio. Podría volverme más sólida, más fuerte, más segura. Comprendí, por cómo veía que la gente se quedaba mirando fijamente a las personas gordas, por cómo yo me las quedaba mirando fijamente, que pesar demasiado no era algo deseable. Si no resultaba deseable, podría mantener alejados nuevos sufrimientos.

El cuerpo no es una disculpa, de Sonya Renee Taylor

Este último libro que recomiendo va más en consonancia con los dos primeros de los que hablo aquí, pero para mí es ir un poco más allá. Sonya Renee Taylor expone en estas páginas su teoría del autoamor radical. No basta con el llamado body neutrality, movimiento que reivindica la aceptación del cuerpo tal como es pero que no obligatoriamente tiene por qué gustarnos, y que defienden famosas como Jameela Jamil o Taylor Swift. Tampoco con el body possitive. Para Sonya el amor hacia tu cuerpo debe ser radical.

De los cuatro títulos este quizás es el que más se acerca a la autoayuda pura y dura, aunque incluyendo testimonios propios y ajenos, y también el más teórico. A lo largo de sus páginas, Sonya propone una serie de preguntas que no piden perdón y reflexiones radicales que no van a dejarte indiferente. Una de mis favoritas, sin duda, es esta: «Librarnos de la vergüenza corporal exige que examinemos cómo hemos perpetuado la vergüenza en otras personas. Este camino requiere que seamos radicalmente sinceros».

Como digo, la autora va más allá y extiende este autoamor radical a todos los cuerpos disidentes, no solo a los estigmatizados bajo la gordofobia. Habla de cuerpos gordos, cuerpos racializados, lésbicos, gays, transgénero, cuerpos con discapacidad, envejecidos o con enfermedades mentales. Imprescindible para darle una vuelta completa a tu pensamiento.

No solo hemos evitado conocer nuestros cuerpos de forma íntima, se nos ha olvidado que a nuestros cuerpos les gusta hacer cosas: ¡caminar, bailar, correr, tener relaciones sexuales! La vergüenza corporal ha cercenado nuestro amor por la actividad. […] Muchos de nosotros no recordamos un momento en el que mover nuestros cuerpos fuera algo distinto a un castigo por no estar cumpliendo con los ideales ficticios de la sociedad.

Para seguir leyendo

Me quedo con esta cita, también de Sonya, por si al acabar de leer esto piensas que el estigma hacia los cuerpos no canónicos no es cosa tuya: «El lujo de no tener que pensar sobre nuestro propio cuerpo siempre es a costa de otro cuerpo. Debemos, con compasión, recordarles que la opresión nos oprime a todos, incluso a los que encajan con el modelo por defecto. No siempre tendrán un cuerpo que esté en la parte alta de la escala. Nadie gana en un mundo de terrorismo corporal».