La Línea de Fuego

Gambito de Dama, un tablero para las reinas

En el último mes, las búsquedas en Google sobre “cómo jugar al ajedrez” han logrado un récord que no se había alcanzado en los últimos nueve años. La gente que se ha aficionado a las partidas de Chess.com ha aumentado en un 400%. La venta de libros de estrategia ajedrecística ha subido un 600% en Estados Unidos, según la consultora NPD. Y, en la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE), se han registrado más mujeres en quince días que en los últimos cinco años juntos, según su director de marketing, David Llada.

Ante la última cifra, nos surge una duda, ¿qué se necesita para promover que las mujeres jueguen más al ajedrez? La respuesta parece relativamente sencilla: referentes. 

Las cifras del aumento del interés en el ajedrez no son casuales. Hace poco más de un mes, el estreno de Gambito de Dama se convirtió en una razón para suscribirse a Netflix. Ambientada a finales de los años 50 en Kentucky, Beth Harmon aprende a jugar al ajedrez con 9 años en el sótano de un orfanato de niñas a las que daban tranquilizantes como caramelos. Ella descubre que tiene un don para moverse entre los 64 cuadrados blancos y negro y que está enganchada a las pastillas verdes de todas las mañanas. 

Beth Harmon, el personaje de ficción interpretado por la actriz Anya Taylor-Jo, es la protagonista de Gambito de Dama. Es una mujer en un mundo tradicionalmente de hombres. Es la reina de un tablero que nunca fue para las damas. Además, romperá con todo lo establecido para una mujer, con adicciones a las drogas y al alcohol. 

Más allá de Beth Harmon y Judit Polgar, ¿qué referentes necesitamos?

Beth Harmon no fue real. La serie está basada en la novela de Walter Tevis de 1983 del mismo nombre, inspirada en pequeños genios de este deporte. 

Sin embargo, Judit Polgár si fue de carne y hueso. Fue la mejor ajedrecista del mundo durante 26 años. Solo quiso competir con hombres, y durante un tiempo logró estar entre los 10 mejores jugadores de todo el mundo, no sin verse acorralada por el machismo que rodea este deporte mental. «Ella tiene un talento fantástico para el ajedrez pero, después de todo, es una mujer. Ninguna mujer puede sostener una batalla prolongada». Son las palabras que tuvo que tragar Garri Kaspárov cuando perdió contra Judit Polgár en 2002 en Moscú.

Sin embargo, en un artículo publicado en El País a raíz de la serie de Gambito de Dama, cuando le preguntaron si el ajedrez seguía siendo machista Polgar, señaló: “Conmigo, no, todo el mundo me respeta. Y creo que lo mismo ocurre con Yifán Hou”. 

Aunque Judit Polgár fue un referente para muchas mujeres en el mundo del ajedrez, su carrera profesional está muy relacionada con las decisiones de su padre, László Polgár, un hombre obsesionado por demostrar a todo el mundo que los genios no nacen, sino que se construyen. Eso intentó con sus tres hijas Zsuzsa, Zsófia y Judit a las que no llevó a la escuela. Esta idea de referente se nos hizo muy lejano a la mayoría de mujeres.

Es posible que Judit Polgár sufra  el “síndrome de la abeja reina”, que se da en muchas mujeres que rompen el techo de cristal o alcanzan ciertas cuentas. La mayoría de ellas defienden su posición a través del mantra del esfuerzo y la meritocracia en una lógica competitiva e individualista. 

Lo más común es que las adolescentes abandonemos el deporte que algún día practicamos en la niñez. Las razones pueden ser variopintas, pero la mayoría se rigen por un patrón: “no vas a poder vivir de eso”. En la misma serie se hace visible, cuando la única chica que jugaba al ajedrez le confiesa a Beth años más tarde en un encuentro, que lo ha dejado porque tenía que dedicarse a la vida real.

En la misma entrevista de El País, Polgár matizó que aunque hay cierto respeto a las campeonas, sigue habiendo machismo en las cabezas de los ajedrecistas. En un juego principalmente de caballeros, ellos parten con cierta ventaja. Han crecido en unos valores que les da de antemano una seguridad de poder ganar en cualquier juego o deporte. Según el sistema preestablecido, las mujeres no estamos preparadas para la guerra, ni para la estrategia, aunque sea encima de un tablero. 

Beth Harmon en la serie no se parece a Judit Polgar en la realidad. Harmon es capaz de construir el concepto de sororidad a través de dos personajes clave, aunque en realidad, solo funcionen de medio para contar la historia de la protagonista. Por un lado, crea muy buena relación con la madre adoptiva tras el abandono de su padre. Viajan juntas, se escuchan y se respetan. Por otro lado, con su amiga Jolene, a quien conoció en el orfanato. Ella le apoya, le aconseja y le pone su hombro para llorar. Solo la visita de Jolene le da fuerza a Beth para luchar contra su pasado y reconsiderar sus prioridades justo a tiempo para afrontar la partida con Vasily Borgov, el campeón del mundo. Hasta el momento, ninguno de los hombres que habían pasado por su vida habían conseguido sacarla de las adicciones al alcohol y a las pastillas. 

El problema es que Jolene, tal y como recoge Afroféminas, “cae del cielo, regresa como un ángel salvador a la vida de Beth y está ahí para mover la trama”. En el reencuentro, Jolene tiene una trayectoria brillante poco creíble si en realidad fuese una niña huérfana en Kentucky a finales de los 60. Jolene funciona como ruido de fondo, como un medio para contar la historia de Beth con el ajedrez. 

No jugamos peor al ajedrez 

Solo aparecen dos mujeres ajedrecistas en toda la serie, lo que puede resultar de algún modo, lo más realista dentro de la ficción. El ajedrez está entre los diez deportes menos igualitarios respecto al número de licencias federadas. Hasta ahora, la mayoría de los estudios que analizaban la brecha de género en este deporte, se centraban solo una cuestión: ¿Por qué las mujeres juegan peor que los hombres? 

La respuesta también parece sencilla. No jugamos peor, solo es que somos menos y la estadística no juega a nuestro favor. La pregunta correcta en un estudio sería ¿Por qué jugamos menos? Y su respuesta la dimos al inicio de este artículo: por la falta de referentes. 

¿Es necesario tener más Beth Harmon y Judit Polgar?  Siempre será una buena noticia tener referentes en grandes plataformas de entretenimiento a pesar de que funcionen a través de la lógica de la ley y la demanda.

Sin embargo, no podemos olvidar que también necesitamos referentes que  ayuden a contextualizar la lucha de las mujeres diversas. No como seres individuales, como abejas reinas, sino a nivel colectivo. En fin, necesitamos un tablero para las reinas, para Beth, para Judit y para otras tantas mujeres diversas, no para una sola.