
Leer a Mariana Enriquez, ya sea en forma de novela, ficción corta o crónica, es asomarse a esa estrecha franja que separa y conecta la cotidianeidad y lo tenebroso, a lo que más nos asusta de nosotras mismas. Del mismo modo, los cementerios son espacios que conectan la anatomía de una ciudad con el más allá (por llamarlo de alguna forma), con lo que no queremos saber y que a la vez nos fascina.

Qué mejor autora que ella (novelista, periodista, fabuladora y cronista fantástica) para publicar un libro como Alguien camina sobre tu tumba, una recopilación de textos a caballo entre la memoria y la crónica periodística y de viajes en los que Enriquez aborda cementerios de muy diversos lugares del mundo, y que Anagrama acaba de publicar en España con algunos textos añadidos a la edición previa.
Espacios cargados de memoria y política
Mariana Enriquez es una escritora profundamente política. Ella misma ha dicho en alguna entrevista que es incapaz de desnudar de política su escritura. Nacer y crecer en Argentina en la época en que ella lo hizo es, sin duda, algo que te hace entender una vez más que lo personal es político.
Dice la propia autora, así, que la idea de Alguien camina sobre tu tumba era explorar esos espacios de memoria que son las tumbas y los cementerios y cómo se fijan en la suya atravesados por su sensibilidad. Es sabido que la realidad está siempre atravesada por nuestros ojos, por nuestra forma de mirar. Este hecho se torna peculiar en el caso de los cementerios, lugares por los que pasamos la mirada por encima, porque albergan lo oscuro, lo oculto. No solo me refiero a la muerte; los cementerios albergan también el amor más profundo en los epitafios de las lápidas, algo tan privado y visceral que contemplarlo es casi un acto de voyeur.
Nadie mejor que Mariana Enriquez, por lo profundamente original y lo descarnado de su mirada, para realizar un recorrido por tumbas y cementerios emblemáticos alrededor del mundo. La autora argentina se fija a veces en la impresionante monumentalidad de algunos cementerios, como el de Staglieno, en Génova, pero en realidad no es eso en lo que se centra. Sus crónicas fijan la mirada en la intersección entre la historia colectiva y la personal, entre la política y las vidas de aquellos a quienes esta marca y olvida para siempre; entre sus recuerdos y las ciudades ligadas a ellos. Enriquez no puede evitar ser política. Por eso, los desaparecidos, la convulsa historia reciente de Argentina, y los pueblos indígenas masacrados por los colonos, entre otras cuestiones, están presentes en cada página de esta recopilación.

Y nadie mejor que ella, no porque sea una escritora de terror, por mucho que algunos críticos, por aquello de sentirse mejores por estar leyendo género, se empeñen en sacarla de ahí. Nadie mejor que ella porque su mirada es única, porque en los mundos que construye el terror no pertenece a una dimensión aparte, sino que es algo inherente al ser humano.
Necroautobiografía
Los cementerios son no-lugares, espacios que marcan y son marcados a su vez por la ciudad, por su historia y, sobre todo, por su política. También son espacios que contienen incontables relatos en sí mismos; relatos individuales pero también el relato colectivo del lugar en que se encuentran. La exploración de eso, entreverado con las experiencias, los gustos, las filias, las referencias musicales y anécdotas de la propia Mariana Enriquez, es lo que vertebra esa compilación de experiencias y relatos que componen el libro.
En la presentación, la propia autora denominó la obra como una «necroautobiografía», una suerte de memorias que nos llevan de San Sebastián a Punta Arenas, de Australia a Praga, de Lima a La Habana, de Cincinatti a Edimburgo. Pero, sobre todo, nos conduce a través de la experiencia de una mente y una pluma privilegiadas, lúcidas, inteligentes y que conectan este mundo con el otro, que, de hecho, nunca estuvieron separados.