La Línea de Fuego

Miren Amuriza: «Cuando asociamos el saber de las mujeres con lo instintivo y con la naturaleza, reforzamos la idea machista de que las mujeres somos seres primitivos»

Sabina, la protagonista de la primera novela de Miren Amuriza (Berriz, 1990), es una mujer mayor que vive en un caserío en Bizkaia. Es temperamental, arrogante, «basa», que en euskera significa salvaje, silvestre, indómito, bravío. Vive, en una convivencia obligada y tensa, con su cuñado Henry, al que le falta una pierna. Cuando tiene que someterse a una cirugía (también en una pierna), ella, que siempre ha cuidado y ordenado, debe someterse a los cuidados de sus hijos, que, en palabras de la autora, son para ella «un modo de control». Sabina, el caserío, la tierra y sus animales son uno, pero en esta novela, escrita originalmente en euskera, traducida ahora por Miren Agur Meabe y publicada por consonni, se huye precisamente de esa esencialización tan peligrosa.

De eso y más hablé con su autora, que es bertsolari y escritora.

¿De dónde te surge la idea para escribir Basa?

El eje principal de Basa es su protagonista, Sabina. Yo nací y crecí en un entorno rural, y a mi alrededor he tenido la suerte de tener a varias mujeres muy relacionadas con el campo, con los animales, con la agricultura… Tenía muchos recuerdos, muchas vivencias de mi infancia acumuladas, y tras unos años y con la perspectiva que me dio la toma de conciencia feminista me pareció que podría hacer una reescritura, una relectura de ese temperamento que es tan característico de Sabina. Así que es, en cierto modo, una especie de collage de varias mujeres que me acompañaron durante mi infancia.

Miren Amuriza. © Federico Paladino.

Llama la atención que la protagonista sea una mujer mayor, ya que estamos poco acostumbradas a verlas como personajes centrales en literatura. ¿Cómo construiste a Sabina?

La verdad es que esta pregunta me la hacen en todos los clubes de lectura: que por qué una mujer mayor, tan temperamental y tan arisca. Yo tenía muy claro que ella iba a ser el eje de la novela, y cuando me di cuenta de la relevancia que iba a tomar este personaje se me encendieron varias alarmas. Yo quería hacer el retrato de una mujer lo más terrenal y lo más crudo posible, no quería ni demonizarla ni mucho menos convertirla en heroína. Tenía muchos ingredientes (mujer mayor, con una sabiduría muy ligada a la tierra, a los animales…) en los que podía estar el peligro de idealizarla y de hacer un personaje más místico que terrenal. Y me daba un poco de miedo, no quería caer en eso. Quería captar ese temperamento y construir un personaje de una forma lo más descriptiva posible para que las lectoras conectaran con ella.

La verdad es que la novela está más basada en el personaje que en la historia. No hay una gran historia ni una gran incógnita o un viaje, era ella. Me imaginaba que le ponía una camarita, una Gopro en la cabeza, y que la seguía para saber qué ve, qué siente, qué hace.

Los cuidados están muy presentes en la novela, pero de una forma muy diferente. ¿Cómo quisiste reflejarlos?

Ahí también se me encendieron varias alarmas porque no quería ni escribir un panfleto feminista ni juzgar a los personajes que cohabitan en esa trama. Traté de plantear la novela para, en vez de hablar sobre la dependencia, hablar sobre la interdependencia. Me parecía muy importante complejizar este tema para no juzgar a los personajes ni caer en estereotipos.

Portada de Basa

Quería plantear la siguiente pregunta: quién depende de quién. Es obvio que la persona cuidada depende de la persona que cuida, pero también sucede al revés, cuando sale de la ecuación el sujeto a cuidar, la persona que cuida se descoloca. Por una parte, quería plantear eso, y por otra, también quería mostrar a la cuidadora, que muchas veces suele representarse como una figura muy sumisa. A veces se obvia el poder que también te otorga ser la cuidadora de otra persona, y quería reflejar eso, cómo Sabina en este caso, cuando Henry llega a la casa con la pierna amputada, se empodera, se da cuenta del poder que puede ejercer sobre el otro.

Me parecía interesante también abordar o reflejar cómo la concepción de los cuidados cambia de generación a generación. Lo que para su hija es cuidar, para ella es una forma de control.

En ese sentido, la relación entre Sabina y Henry es muy peculiar. ¿Cómo llegaste a esa relación entre esos dos personajes? ¿Fue algo que tenías claro o los personajes tuvieron su propio proceso hasta llegar ahí?

Aquí en los caseríos, en los baserris, cuando acostumbrábamos a vivir más en tribu, en comunidad, cuántas y cuántas personas han estado condenadas a vivir juntas durante muchísimos años por motivos familiares u otros motivos… Quise reflejar eso, esa especie de convivencia obligada. Por otra parte, la figura del indiano, del que se fue a hacer las Américas, es muy común por aquí. Así que quería mostrar eso, esa convivencia obligada, de más odio que amor, de esa dependencia, tan necesaria como negativa.

El espacio del caserío tiene mucha importancia, y la relación de Sabina con su casa y con la tierra. ¿Cómo fue el proceso de construir ese espacio?

A medida que iba fluyendo la novela enseguida me di cuenta de que casi todo iba a pasar allí, en el caserío. Una compañera me dijo que parecía incluso un personaje más de la novela. De alguna manera, no es que cobre vida, es que está lleno de ella.

Los caseríos donde yo he vivido siempre los he visualizado como formados por capas de sedimentos, algunas más visibles, otras menos, pero están llenas de energía, de luces y de sombras. Intenté reflejar cómo no solo Sabina se desborda, sino que también lo hace la casa, su propio entorno.

También me parecía interesante la división de la casa, por ejemplo, la cocina es de las personas y la cuadra de los animales, la cocina es vida y la cuadra puede ser vida pero también muerte, o la planta inferior es la más abierta al público y la superior la más privada… Quise explorar cómo se altera y explota al final ese orden de las cosas, como la vida misma.

En ese sentido, también tiene mucho peso la relación de Sabina con los animales. ¿Cómo abordaste ese aspecto del personaje?

A todas las mujeres con las que he crecido las he visto muy relacionadas con los animales, algunas de forma más afectuosa y otras más como Sabina, pero me parecía muy importante reflejar eso al ser ella un personaje tan hosco, tan escurridizo. Me parecía necesario, para que fuese un personaje creíble, darle la oportunidad de mostrar un poco de sensibilidad, de acercamiento, cosa que no muestra con las personas.

Yo no tengo esa relación con los animales, pero me parece fascinante el vínculo que tienen algunas personas con ellos.

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