
Un Évole postpandémico y gordo protagoniza el nuevo spot publicitario para presentar la nueva temporada de su programa. «Esta temporada voy a trabajar más. Mucho más. EL DOBLE», dice el tweet en el que Évole ha compartido el spot y en el que, aclara, se está poniendo en forma para retomar su programa.
Soy seguidora de Jordi Évole desde que entré en la facultad de Ciencias de la Información, hace ya más de 10 años. Siempre lo tuve como ejemplo del buen hacer periodístico, como uno de esos profesionales que aman el oficio, aunque precisamente no tuviese formación como periodista sino como comunicador audiovisual. Guardo un especial cariño a aquel especial del 23-F en el que nos engañó a todos con el montaje del documental. Todos los ofendidos que salieron en Twitter y en las clases de la facultad, los debates maravillosos sobre el cuarto poder a los que dio lugar. Pero será que con los años, la experiencia y la construcción personal a una le van rechinando ciertas cosas. Como los chistes de gordos.
Me gustaría decir que me sorprende, pero la verdad es que no. Tirar de topicazos es lo fácil. El cambio corporal por el confinamiento (por cierto, Jordi, hace dos años ya, creo que el chiste queda un poco desfasado) y la necesidad de un esfuerzo doble (ejem) para ponerse en forma y salir en la tele. O a la piscina, o a la playa, o a cenar con los amigos, o simplemente a dar un paseo. Redunda en esa necesidad de perfección, de puesta a punto para la vida que es una de las bases de la gordofobia. Y, por supuesto, con un tinte de esa cara mala del deporte que no se hace por placer y por sentirte bien contigo misma, sino como meta para conseguir el cuerpo ideal.
Dos días después publicaban la segunda parte del spot aclarando que el protagonista del primero no era Évole, sino de un señor que se le parece mucho con la salvedad de ser gordo. Chiste sobre la enfermedad del presentador mediante. «Está bien reírse de uno mismo», me digo mientras pienso en si escribir este artículo es o no buena idea. Pero cuando leo los comentarios a las publicaciones me queda claro que sí, que es necesario hacerlo.
Hay reacciones en redes sociales alabando ambos vídeos. «Nos la has vuelto a jugar». Pero también se suceden los chistes gordófobos. «¿Has estado haciendo un estudio sobre hamburguesas del McDonald’s?», «Gordi Évole», «Évole se ha tragado a Évole». Probablemente a él no le importen estos comentarios, porque al final no van dirigidos a su persona, sino a su doble. Y además le siguen el juego del chiste rancio y casposo de reírse de los cuerpos ajenos. Me rechina que un programa que se basa en la denuncia social, en la apuesta por los más débiles, siga haciendo adalid de una mofa más propia del patio de un colegio que de personas adultas. Aunque de aquellos barros, estos lodos.
Quiero pensar que no hay mala intención detrás del chiste, pero no dejo de darle vueltas a que a estas alturas de la película los chistes sobre cuerpos gordos están de más. Hace unas semanas analizaban en el programa ‘¿Quién se ríe ahora?‘ el canon hegemónico del humor, que se tambalea cada vez más. Los chistes machistas y racistas pasaron a mejor vida (¡y menos mal!) porque la sociedad cambia y, con ella, el humor. Como apuntaban en este programa, cada vez son más voces las que ocupan espacios generalistas y que hasta ahora permanecían en el margen. Pero que se sigan fomentando este tipo de chistes no ayudan. Para quienes habitamos cuerpos disidentes, cuerpos gordos, la broma dejó de hacer gracia hace mucho tiempo.
No somos una broma ni los cuerpos diferentes al canon se pueden representar como algo indeseable, algo a evitar, o como la única consecuencia de unos malos hábitos. Para muchos habitar una corporalidad distinta es nuestro día a día y lidiar con este tipo de mofas, aunque no sean malintencionadas, no ayuda para nada a tengamos la representación adecuada. Ojalá en algún momento podamos dejar de publicar textos sobre ello. Ojalá lo de Évole se plantee que la gordofobia y la violencia estética es una opresión que nos afecta a todas. Y que las personas gordas no somos un chiste.