
Si hay algo que representa lo peorcito de esta sociedad son esos grupos de whatsapp de hombres que parecen subdelegaciones de grupos de forocoches. Antes de nada, si quieres marcarte un #notallmen y pretendes que te felicite porque en tu grupo de colegas no os comportáis como bestias, sino como seres humanos decentes, mejor calla y háztelo mirar.
La sórdida realidad de los grupos de «machos»
En estos grupos de los que hablo se dan comportamientos que van desde compartir nudes que una mujer les ha mandado para uso privado, o enviar links con las fotos robadas de famosas que han denunciado hakeos a sus teléfonos móviles, a hacer chistes con tintes sexistas, xenófobos, racistas o tránsfobos o usar la palabra puta (o sinónimos) para referirse a una mujer con la que se acuestan, o con la que se acuesta o quiere acostarse otro colega.
Pese a que algunos chistes son de la época del Pleistoceno, estos grupos también renuevan su material, aunque la base no cambie, para estar al día con la actualidad. ¿La última moda? Compartir imágenes de mujeres hipersexualizadas, supuestamente ucranianas, invitando a los coleguis a “adoptar” una ucraniana joven ahora que el país está en guerra. Sí. En serio.
Yo, de verdad, que no me puedo creer que tenga que explicarle a alguien qué es lo que está mal aquí. Me resulta surreal, pero como está claro que vivimos en otro puñetero mundo distinto allá voy…
Querido Jose Antonio:
Hay una guerra. Va a morir gente. Mucha gente. A las mujeres, probablemente, además de matarlas las violen, como viene siendo habitual en los conflictos bélicos desde que el mundo es mundo. Esas mujeres que están en Ucrania, e incluso las de las imágenes que compartes, son, aunque pueda sorprenderte, personas. Seres humanos que sienten y padecen como tú o como yo.
No puedo evitar pensar, querido Jose Antonio, la poca gracia que te haría ti en el supuesto caso de que España entrara en guerra, que hicieran un meme con una foto de tu hermana adolescente y se hicieran chistes sobre la posibilad de “salvarla” basándose solo en el puto deseo de meterle la polla por cualquiera de sus orificios. Te imagino, Jose Antonio, dispuesto a enfrentarte a cualquiera que compartiera esa imagen, ofendido porque estarían manchando tu honor. Y esto me parece igual de lamentable, porque no debería tener que apelar ni a tu madre, ni a tu hermana, ni a tu hija, ni mucho menos a tu masculinidad tóxica que lleva como eslógan el “a mis mujeres ni las toques”. No debería hacerlo, Jose Antonio, porque si fueras un ser humano decente tendrías el mínimo de empatía necesario para entender que esto no tiene ni puta gracia. Ni aquí, ni en Ucrania ni en Mali. Pero está claro que de decente tienes poco.
Y punto. No pienso dedicarle ni una línea más a los Jose Antonios del mundo. Esos machirulos con la empatía de un ladrillo hace mucho que no me interesan. El que sí me interesa, sin embargo, eres tú, Juan, querido amigo.
Querido Juan:
Tú, que te echas las manos a la cabeza cuando ves burradas machistas, que vas a las manifestaciones feministas con tus amigas y crees de verdad en la igualdad de derechos entre hombres y mujeres; que incluso de vez en cuando te pintas las uñas o vistes colores pastel, porque sabes que no te hace menos hombre.
Tú, que te estás deconstruyendo, que sabes que eres buena persona, que respetas a las mujeres, que das me gusta a publicaciones feministas e incluso retuiteas al ministerio de Igualdad… Tú, que haces todo esto, pero sigues sin atreverte a enfrentarte con los machirulos de tu alrededor, tú eres quien me interesa. Porque lo sé todo, Juan. Sé que sigues callando mientras nosotras damos la cara. Que sigues callando porque no te atreves a ser el “aguafiestas” o el «cortarrollos” del grupo. Sé que callas en el vestuario y en la comida familiar y que decides, deliberadamente, ignorar esos comentarios bochornosos en vez de señalarlos y reprobárselos a tus queridos colegas.
Tú, queridísimo Juan, eres cómplice de todas las violencias que sufrimos. Puede que no te guste leer esto, que para tu conciencia sea más fácil meterme en el saco de las “feminazis” y buscar una infografía cuqui con un mensaje tibio feminista para poder compartirla en insta y sentirte algo mejor. Puedes esconderte, puedes justificarte, puedes hacer lo que te dé la gana, pero sigues siendo cómplice.
Y el caso es que te quiero, Juan, te quiero porque eres mi amigo, mi primo, mi pareja o mi colega, pero es que tienes que entender que estoy muy harta. Harta de tener que ser siempre asertiva, de tener que atraerte hacia el feminismo con miel como si fueras una mosca en vez de un ser humano racional. Estoy harta, también, de suavizar el mensaje para que tu ego no sufra. De cuidarte aunque no me cuides y de dar la cara por ti, aliado, para que a la primera de cambio me traiciones. Sí, Juan, callar ante estas situaciones es una traición. Te guste o no, sabes que te acobardas ante otros “machos” y, si no estamos delante, prefieres el camino fácil, el silencio, la omisión, antes que una confrontación con un colega. Los bros siempre primero, me queda claro.
Tanto hablar de “tener huevos” y ser “un hombre de verdad” y la base de todo esto es que eres un cobarde, Juan, porque tienes 30 años, pelos en los huevos y todavía te da miedo perder tu status en el grupo por señalarle a tu colega o amigo que está teniendo un comportamiento de mierda.
Así que espabila, Juan, espabila de una vez, porque estamos hasta el coño de ser las “histéricas”, de que nos sigan violando y matando, de ser el chiste.