La Línea de Fuego

‘Las memorias de Mamá Blanca’: 4 razones para tenerlo en tus estanterías

¿Conoces a Teresa de la Parra? Yo tampoco. Bueno, ahora sí, claro, pero antes de que me hablaran de ella y de Las memorias de Mamá Blanca desde de la Editorial Graviola, ni me sonaba el nombre. Y resulta que estudio Lengua y Literatura española. Por si todavía no veis el problema, os sigo contando.

Ana Teresa de la Parra Sanojo

Teresa de la Parra es una autora nacida en París, hija de un cónsul venezolano. A los dos años se mudó a una hacienda de caña cerca de Caracas. Tras la muerte de su padre, Teresa y sus hermanas se mudaron a España para terminar sus estudios escolares. Con veintiún años volvió a Venezuela y publicó sus primeras obras, consiguiendo reconocimiento nacional. En el año 1923 volvió a su París natal para dedicarse a la escritura y publicó Ifigenia, su primera novela. En 1929 publicó Las memorias de Mamá Blanca y, para 1930, Teresa de la Parra era ya reconocida como una de las voces narrativas más importantes de América Latina.

Estos datos biográficos solo sirven para dibujar el boceto de una figura relevante en el panorama literario de su época pero que, como tantas otras, se perdió en el camino. Quizás con un poco más de contexto entendamos hasta que punto es trágica esta pérdida.  

Como bien explica Juan Pablo Rodríguez Méndez en el prólogo de esta novela, Teresa de la Parra tuvo la oportunidad de viajar constantemente entre dos continentes en una época histórica clave. Su educación aristocrática se tambaleó ante los aires revolucionarios del momento y en España fue testigo directo del ambiente catastrofista reinante tras la pérdida de Cuba y Filipinas. Terminada la Primera Guerra Mundial, Teresa de la Parra vivió, escribió y publicó en París en plena década de los veinte. Sí, el mismo escenario por el que se paseaban Hemingway, Picasso, Gertrude Stein, Joyce o Colette, nombres que me imagino que sí nos suenan a todos, sobre todo los de los señores. Ya enferma de tuberculosis, intentó curarse en varios balnearios europeos y, finalmente, murió en Madrid a las puertas de una Guerra Civil. Todos estos hechos, y sus correspondientes corrientes literarias, influyeron por supuesto en la escritora y es, en parte, lo que la convierte en una voz tan innovadora e interesante. 

Me siento tentada a profundizar en las razones de este “descuido histórico”, como le llama Rodríguez Méndez, que ha hecho que esta figura se haya desdibujado de nuestra historia literaria, pero lo cierto es que yo solo vine aquí a daros cuatro razones sencillas por las cuales creo que os gustará que esta novela pase a formar parte de vuestras estanterías, aunque si queréis una respuesta rapidísima al gran misterio de cómo una escritora de este calibre no aparece en nuestros libros de texto os doy una muy rápida: era mujer y latina. Y como ella, se han quedado atrás tantas y tantas otras escritoras de igual talento. Este es un tema que me apasiona, y a veces incluso me obsesiona, por lo cual, aunque me enfada y desespera mucho lo que se ha perdido, me devuelve la esperanza el trabajo de la gente que reivindica estas figuras. Por eso agradezco infinitamente a Graviola su trabajo publicando este libro en España. Gracias. Y ahora sí, no me enrollo más y os cuento las razones por las cuales vais a querer leer Las memorias de Mamá Blanca.

El lenguaje de ‘Las memorias de Mamá Blanca’

Teresa de la Parra utiliza un lenguaje muy rico y expresivo que llama a deleitarse en la lectura. Es importante tener en cuenta que este libro es un clásico escrito hace casi un siglo, por una persona que vivió entre dos continentes, así que es normal que desconozcamos parte del vocabulario de la novela, pero no os alarméis, porque al final del libro Graviola ha puesto un código QR que nos lleva a la lista con los principales americanismos y venezonalismos que aparecen, ayudándonos así a disfrutar más de la lectura.

La forma de narrar la infancia

Me parece muy complicado narrar la infancia. Es muy fácil caer en romantizaciones o que las voces infantiles suenen impostadas. Blanca Nieves, la protagonista de la novela, es una niña aristócrata criada en una casa de campo a principios del siglo XX en Venezuela. Yo soy una niña de clase obrera nacida en los noventa en una ciudad industrial en Vigo, España. Y aún así, Teresa de la Parra me ha llevado a mi infancia. Quizás es por la forma que tiene de relacionarse con sus hermanas, y con la gente de su alrededor, o por los razonamientos que hace, o por cómo muestra esa manera única de los niños de ver y sentir el mundo que nos rodea. No sé. Lo único que tengo claro es que lo ha conseguido y funciona un siglo después. 

Las reflexiones

La voz de Mamá Blanca, ya en su vejez, nos deja reflexiones que son casi aforismos a veces. No encontramos en ella pedantería, sino una humildad que llega bien dentro e invita a la propia reflexión. De las varias reflexiones interesantes que podemos encontrar en la novela me quedo con una que tiene que ver con el fracaso, esa palabra que a todos nos ha perseguido alguna vez:

Poco a poco han venido sumándose los fracasos, los cuales me siguen también con cierta fidelidad y con regocijo un tanto irónico. Yo no los reniego. Salieron de mí espontáneamente. Al igual que mis hijos y mis nietos, son mi obra y son mi descendencia; ¡que me sigan siguiendo y que Dios los bendiga a todos!«

Los detalles 

Sí, lo más importante de un libro es el contenido, pero qué gusto da cuando ese contenido va acompañado de un continente a su altura. En la editorial Graviola les gusta mimar a los lectores y ofrecen un producto final que es, a su vez un homenaje a la propia obra y al lector. Esta sensación ya la tuve cuando leí el poemario Patios interiores, que me pareció un libro-joya, de esos que quieres tener a la vista, pero es que lo han vuelto a hacer. Las ilustraciones de Laura Mejía-Posada que acompañan esta novela son maravillosas. Además en Graviola siempre ofrecen algún contenido extra, como en este caso el código QR del que os hablaba antes. Gracias de corazón, por editar con tanto amor. 

Para terminar y como razón definitiva para leer este libro, usaré las palabras con las que cierra el prólogo Rodríguez Méndez: “Sea esta la oportunidad de volver a una escritora que nos demostró que la migración no es solo adaptación y costumbre, sino enriquecimiento cultural y humano”.