La Línea de Fuego

Estirando el chicle: las Spice Girls patrias

imagen de las chicas de estirando el chicle y las spice girls

El pasado sábado fui a ver el show de Estirando el Chicle en el Coliseum de A Coruña. Seis mil personas en el público. Así a ojo, calculo que habría unas cinco mil mujeres, muchas de ellas lesbianas y bisexuales, algunos cientos de hombres gays y cinco tíos heteros. Sí, aquello era el paraíso. Nunca había estado en un evento tan multitudinario y había sentido eso en el ambiente. ¿Qué es eso que sentí? Pues que era mi sitio. Y el de todas. Lo mismo debieron pensar las doce mil personas que agotaron las entradas para el show del Wizink del 23 de septiembre, en tan solo diecisiete horas. Ellas son nuestro lugar feliz y la euforia que se respiraba entre el público antes de que salieran a escena solo es comparable a la que se siente en una grada cuando están a punto de salir alguna de las grandes divas de la canción. 

Qué Spice Girl eres, Estirando el chicle edition

Esa misma noche con la luz ya apagada, pero desvelada por la emoción, me puse a elaborar en mi cabeza mi propio test de la Superpop para saber qué Spice Girl eres y lo apliqué a las chicas de Estirando el chicle, colaboradoras incluidas. Y este es el resultado:

Victoria Martín es, por supuesto, Victoria Beckham. Lo de que compartan nombre es casi lo de menos. Vicky, nuestra Vicky, la Vicky buena, fue a un colegio del Opus (igual no sabíais este dato porque apenas lo nombra, ejem) y todavía sigue arrastrando traumitas por ello. Ha estado cerca del pijerío de verdad, lo que la hace tener un criterio buenísimo para criticar a la Pombo y compañía y regalarnos, de esta forma, el raje de calidad que nos merecemos. Vicky es nuestra pija, porque alguna tiene que serlo, pero lo es a su manera: aunque haya ido a un colegio solo de chicas y se haya ido a estudiar a EEUU, lleva con el mismo abrigo desde el Pleistoceno y no piensa cambiarlo aunque huela a pis y camine solo. Posh o no, hay que quererla.

Carolina Iglesias es, sin duda, Mel C. Nuestra Spice deportista, la que se va a jugar al fútbol los domingos y de vez en cuando va a torturarse entrenando con Magali, la de OT… ¡y lo hace voluntariamente! O al menos eso parece, si no es así, pega un silbidito y tu ejército de bolleritas de tuiter iremos a salvarte. Sí, Carol, aunque las volteretas en el escenario las haga Henar, el espíritu Mel C es tuyo: por el chándal, por la gorra y por ser el icono bisexual que tanto necesitábamos. Gracias por tanto.

Y llegamos a Emma, la inocente. Sabemos que en Estirando el chicle lo más inocente que hay son las bragas sin estrenar que llevan algunas de las entrevistadas; sin embargo, Patricia Espejo, con su dulce voz y cándida sonrisa, podría pasar por inocente durante unos segundos, más o menos lo que tardase en soltar el primer chiste. Además, Patricia es muy polifacética, tanto te pinta un retrato, como te hace las cejas o se marca un monólogo de esos que hacen que se te escape el pis. Yo digo que es muy capaz de ser Emma si hace falta.

No puedo nombrar a Mel B sin hacer una pequeña reflexión: si el patriarcado está arraigado, el racismo ni te cuento. Mel B era en las Spice Girls la tan odiosa “nota de color” de la que habla Asaari Bibang en este capítulo de su podcast No hay negros en el tíbet. Porque si ser mujer es duro en España, ser mujer y racializada lo es doblemente, así que aunque esté escribiendo esto en tono humorístico, que nos valga a todas para reflexionar sobre ello y poner de nuestra parte para que vaya cambiando y así conseguir, juntas, que en en el próximo espectáculo que lo pete tanto como Estirando el chicle haya más diversidad. Pero show must go on, así que diré que nuestra Mel B es Lala Chus, porque el flow que tiene le rebosa por los poros, porque diva se nace, aunque sea diva de lo cutre, y porque con cualquier cosa que haga llena el escenario como Mel B cuando le toca su parte del Wannabe

Por último, tenemos a Henar Álvarez, que entra en el escenario moviéndose al ritmo de Toxic de Britney Spears. No hay dudas aquí: Henar es nuestra Geri Halliwell, la puta de la clase, la más sexy. Si la famosa canción de Geri se hicera realidad y un día cayeran hombres del cielo, Henar saldría fuera con la boca abierta mirando hacia arriba, o incluso pondría un paraguas al revés, como las señoras acaparadoras de caramelos en la cabalgata de Reyes, para poder hacerse con todos. Ella es, en muchas cosas, mi ejemplo a seguir. Ahora tengo claro, gracias a ella, que puedo perder las formas y mantener la razón, que los únicos señores que merecen la pena se llaman Benito (Pérez Galdós y Martínez Ocasio aka Bad Bunny) y que, aunque ser bisexual no significa ser viciosa, sí se puede ser las dos cosas, y a mucha honra. El sábado pasado Henar consiguió que el Coliseum vibrase más que un Satisfyer a máxima potencia. Ole su coño.

Estirando el chicle, la terapia colectiva que necesitábamos

Vicky, Carol, Patri, Lala y Nani. Nuestras Spice. Nuestras reinas del pop. Ellas son la respuesta a ese cómico viejuno que sigue diciendo, con sus dos cojones colganderos, que hay pocas cómicas porque les falta talento. Son la respuesta a las salas de reunión que huelen a esmegma y al cuñado que, cuando pones mala cara por el enésimo chiste machista que suelta en la comida, te dice que es que no tienes sentido del humor. La respuesta al que todavía ve gracioso mandarnos a fregar. A fregar. A fregar el Coliseum después de la actuación del sábado pondría yo a todos estos notas. Y no lo iban a tener fácil: el suelo se quedó bien pringoso porque esa noche todas mojamos las bragas. 

Estas mujeres están realizando una labor de justicia para todas las niñas y adolescentes que fuimos las millenialls. Crecimos con solo dos opciones. Si te gustaban las cosas que «tenían que gustarte», las de «niña», todo estaba bien, siempre que tuvieras claro que esas cosas tenían menos valor por ser consideradas «de chicas». Nos ridiculizaban, y lo siguen haciendo, por nuestros gustos musicales, de cine o literatura. Si, por el contrario, nos gustaban las cosas de «chicos» también estábamos jodidas, puesto que nos recordaban constantemente que ese no era nuestro sitio. Teníamos que demostrar siempre ser unas auténticas expertas en el tema, sabiendo hasta el nombre del abuelo del batería del grupo que nos gustaba, explicando un fuera de juego con esquema incluido o enseñando nuestra colección de cómics de Marvel. Nos exigían, siendo ellos casi todos mediocres, alcanzar la excelencia en cualquier campo para ganarnos un mínimo de respeto. Sí, aunque ese campo fuera jugar al FIFA mientras te rascas los huevos. Hasta en eso teníamos que ser las mejores si queríamos obtener su validación.

Y lo peor es que lo siguen haciendo, pero ya no cuela. Nuestras Spice Girls nos ayudan a grabarnos a fuego eso que en el fondo siempre supimos: nosotras tenemos talento y somos graciosas. Nosotras somos válidas.

La gran diferencia entre las Spice Girls y Estirando el chicle

La mayor diferencia entre las Spice Girls y las chicas de Estirando el chicle es que las británicas encarnaban un estereotipo de mujer inalcanzable, esas que todas queríamos ser, mientras que nuestras chicas representan lo que ya somos. 

Esa ilusión de “podría ser yo” o “podría ser mi grupo de amigas” es los que nos hace amarlas todavía más fuerte. La representación importa, y nosotras necesitábamos esto para curar una herida generacional. Digo ilusión porque ellas tienen el don de hacer que lo que hacen parezca fácil, pero detrás, además de mucho talento, hay muchísimo trabajo, sacrificio y esfuerzo. Me parece importante recalcar esto, ya que las mujeres estamos acostumbradas a quitarle importancia a los logros que nos han costado sudor y lágrimas (si no habéis visto esto de Henar contando su parto con la épica que merece, por favor, vedlo). Las que seguís a Henar desde hace tiempo sabréis que ella siempre ha dejado claro que es una curranta, que trabaja y se esfuerza muchísimo, y que aunque con talento se nace, ella no estaría ahí sin todo ese currazo que hace cada día. Y lo mismo pasa con las demás, así que gracias, chicas, por todo vuestro esfuerzo. Por hacernos creer, durante hora y media que nosotras también podríamos estar en un escenario haciendo el mamarracho con nuestras amigas recibiendo aplausos de miles de personas. Necesitábamos esto. Sí, de verdad que lo necesitábamos.

Todas putas

En su sección del show, Henar comenta un post de forocoches (qué sorpresa) en el que un señor expone 100 cosas por las que puedes reconocer que una chica es una puta. Algunas de ellas son de lo más arbitrario, como llevar mechas californianas o tener en la bío de Instagram la bandera de Canarias. En resumen, el infraser en cuestión venía a decir eso que tantas veces hemos escuchado: que somos todas unas putas.

Escuchando a Henar, entre risa y risa, muchas rememoramos alguna de esas veces en las que un tío cualquiera nos llamó puta por algo tan random como rechazarlo educadamente, llevar escote, darte unos besos con alguien o, simplemente, existir. Me vino a la cabeza, también, la cita más memorable del clásico atemporal Chicas malas: «tenéis que dejar de llamaros putas y zorras. Eso legitima a los chicos para que os llamen putas y zorras.» Cuánta razón. Debemos de dejar de usarlo como insulto, seguro, pero yo prefiero ir un paso más allá y formar parte de ese grupo que se reapropia de la palabra puta, como antes lo hemos hecho con feministas, que nació como insulto, y feminazis.

Porque si todas somos putas, ninguna lo es. Por eso me emocioné cuando al terminar su sección, Henar sacó la bandera de Canarias y la agitó orgullosa. Al mismo tiempo, yo acaricié la chapa de Puta que llevo en la cazadora vaquera, chapa que compré en un concierto de Zahara. Precisamente, su disco Puta envía un mensaje muy parecido al de este show, aunque en un formato muy diferente.

Y es que, al final, lo que escucho, lo que recomiendo, lo que consumo son mujeres que cuentan sus historias. Mujeres que alientan a otras mujeres a ocupar los espacios que históricamente les han sido vetados. Mujeres reivindicando lo suyo, lo nuestro, y reclamando el derecho a disfrutar, a gozar, a bailar, a reír.

Hay sitio para nosotras, chicas. Y ese sitio cada día es más grande y eso no lo va a poder parar nadie.