
Para las mujeres, la poesía no es un lujo, decía Audre Lorde en un ensayo recogido en Hermana Otra (editorial horas y Horas, 2022, traducido por Gloria Fortún, también escritora, poeta y activista lesbiana). «Para las mujeres, la poesía no es un lujo. Es una necesidad vital para nuestra existencia. Otorga calidad a la luz dentro de la cual reafirmamos nuestras esperanzas y nuestros sueños de supervivencia y cambio, transformados primero en lenguaje, luego en idea y después en una acción tangible. La poesía es el modo en el que conseguimos nombrar lo que no tiene nombre para que pueda convertirse en un pensamiento. Los horizontes más remotos de nuestras esperanzas y de nuestros miedos están pavimentados con nuestros poemas, labrados en la roca de nuestras experiencias cotidianas».
Empezar este texto por el Día de las Escritoras con esta cita de Lorde me parecía necesario. Porque para nosotras la poesía, la literatura, la escritura, no es un lujo sino algo necesario. Como escribió Elena Lasheras en la Agenda de las Mujeres del año 2015, esa vez dedicada a las mujeres y los libros, «se nos prohibió acceder a las escuelas, bibliotecas, a los libros donde estaban escritas palabras preciosas. Cientos o miles de años las mujeres hemos leído a escondidas, por las noches, apenas con luz, o nos hemos escapado al campo con un libro para que no nos viera nadie. Hemos escondido nuestros saberes, pues si nos atrevíamos a mostrarlos podíamos ser objeto de martirio o, cuanto menos, de burla».
Y es que todavía hoy, 16 de octubre de 2023, habrá muchos que nos pregunten, igual que preguntan para cuándo el día del hombre o para cuando el día del orgullo hetero, por qué es necesario un Día de las Escritoras. Así, en femenino plural y en mayúsculas.
La respuesta es historia. Desde Hipatia de Alejandría y la quema de libros, hasta Elena Lucrecia Cornaro Piscopia, primera doctoranda universitaria, pasando por las Misiones Pedagógicas de la República y las bibliotecas de María Moliner, o por Antonia Gutiérrez, la mujer que se atrevió a escribirle una carta a la regente María Cristina cuando comprobó que no podía acceder a la Biblioteca Nacional por el simple hecho de ser mujer… La historia de nuestra Literatura ha sido silenciada y olvidada a propósito.
O, como escribió Virginia Woolf en Un cuarto propio: «Cada vez que leo de una bruja tirada al agua, de una mujer poseída por los demonios, de una curandera vendiendo hierbas y aun de la madre de un hombre célebre, pienso que estamos en la pista de una novelista, una poeta abortada o una Emily Brönte rompiéndose los sesos en el páramo, trastornada por la tortura de su genio». Por todas ellas es necesario un Día de las Escritoras.
Todavía a día de hoy encontramos en las aulas, en colegios, institutos y universidades, libros de texto y programas educativos plagados de la historia y la experiencia de los hombres tomada como universal, con personajes femeninos donde la mayoría de nosotras no nos encontramos.
Adrienne Rich lo cuenta de una manera maravillosa cuando dice «todos esos poemas sobre hombres, escritos por hombres: se daba por hecho que los hombres escribían poemas y las mujeres los habitaban. Estas mujeres casi siempre eran bellas, pero se encontraban bajo la amenaza de perder su belleza, de perder su juventud. O eran bellas y morían jóvenes. O bien eran crueles y el poema es una reprobación porque se habían negado a ser el antojo del poeta. La chica o la mujer que pretende escribir es especialmente susceptible al lenguaje. Acude a la poesía o a la ficción buscando su manera de estar en el mundo, buscando con mucho empeño guías, mapas, posibilidades; y una y otra vez se encuentran con algo que le niega todo. Descubre el terror y el sueño pero a quien precisamente no encuentra es a esa criatura absorta, entregada, confusa y algunas veces inspiradora que es ella misma».
Esta cita la recoge Joanna Russ en su libro Cómo acabar con la escritura de las mujeres (Dos Bigotes y Barret, 2019, traducido por Gloria Fortún), un imprescindible a la hora de entrar en materia sobre los silencios y los olvidos que han poblado la literatura de las mujeres. Russ dice en su libro que «nos hemos visto a través de los ojos de los hombres, que se han empeñado en describirnos, no como lo que somos, sino como lo que a ellos les gustaría que fuéramos».
Pero esta ausencia de representación no viene solo de la imagen que los escritores hombres han proyectado sobre nosotras, sino también desde la dificultad de las mujeres para poder escribir, pese a ser la poesía, como decía Lorde, necesaria para nosotras. En la recopilación de ensayos Silencios (Las Afueras, 2022, traducido por Blanca Gago), Tillie Olsen pone el foco en el margen. Dice «pienso en aquellos escritores cuya clase, sexo y color aún quedan en los márgenes de la literatura, para quienes el hallazgo de la voz literaria supone un logro extenuante contra todo tipo de complejas habilidades”. Y sigue “aquellos silencios cuyas vidas nunca se consagran a la escritura: aquellos que deben luchar por su existencia cada hora que pasan despiertos, los de escasa formación, los analfabetos, las mujeres».
En su ensayo dedicado a la escritura y el feminismo, Olsen hace una reflexión más que acertada y más que vigente pese a que esta recopilación se publicó por primera vez en 1985. Tillie Olsen nos habla de la escasez de la literatura en la que las niñas puedan verse reflejadas, a partir de la cual puedan desarrollar su potencial para construir, investigar, inventar, superar obstáculos, resistir las agresiones, pensar, tejer comunidad y fraguar confianza en sí mismas. Nos habla de los daños de inculcar una preocupación constante por la apariencia y la necesidad de agradar a los demás, del daño que hace educarnos en la aceptación de lo ajeno y el aplazamiento de lo propio.
«Todos estos daños son muy difíciles de reparar. Pese a todo, algunas jóvenes —entre otras muchas que se pierden por el camino— mantienen una ferviente intención de escribir, y se sienten nutridas por algunas glorias de esa misma literatura que las ningunea.
En cambio, hay otros gusanos de la púrpura alegría: la falta de autoestima; la responsabilidad de la tarea cuestionada por las agonizantes horas dedicadas a la apariencia; la concentración destruida por la constante obligación de atraer y ser atractiva; la necesidad absorbente y real y el amor al trabajo con las palabras percibidos como una ilusión hipócrita, pues lo que se valora, por encima de todo, es resultar atractiva a los hombres».
Tillie Olsen en Silencios
Y termina diciendo: «Actualmente no podemos hablar de escritoras sin aludir a lo invisible».
Yo, como librera y editora especializada en libros escritos por mujeres y feminismos, tengo una puntualización que hacer. Nuestras estanterías están repletas de libros escritos por mujeres. Solo tenemos que descubrirlas, que devolverles la voz que a veces queda enterrada, procurar que no se nos olviden.
Sobre esta búsqueda habla también Annie Ernoux, la última premio nobel de Literatura, en su último libro, La escritura como cuchillo (Cabaret Voltaire, 2023). Nos recuerda a Kate Millet diciendo que lo personal es político cuando enlaza la escritura como manera de proyectarse en el mundo e ir más allá de las apariencias. Para Ernaux «la escritura es política en la medida que se trata de la búsqueda y del desvelamiento riguroso de lo que ha pertenecido a la experiencia real de una mujer, y, por ese medio, la mirada de los hombres sobre las mujeres, de las mujeres sobre sí mismas, es susceptible de cambiar». Así, vuelvo al principio de mi intervención, a Lorde llamándonos al cambio a través de la poesía, de la escritura, de la lectura, de la Literatura con esta idea a la que vuelve posteriormente en su ensayo «Transformación del lenguaje en acción».
Para mí como editora, mi trabajo es de arqueología. De búsqueda de esos textos que me inspiran y que tienen algo que decirnos a todas, una universalidad que muchas veces se basa en nuestras diferencias y en lo que estas suman. Pero como librera mi trabajo es casi farmacológico. Porque los libros están para cuando todo lo demás falla. Dinos qué te duele y nosotras buscamos la cura entre las palabras de Janette Winterson, de Virginia Woolf, de Doris Lessing, de Vivian Gornick, de María Zambrano, de Louise Glück, de Annie Ernaux, de Elisa Victoria, Bibiana Collado, Alana Portero, Layla Martínez, Diane di Prima, Gertrude Stein, Mariana Enríquez, de Zadie Smith, Octavia Butler, Audre Lorde… En las de todas las que hacen que las estanterías de las librerías, las bibliotecas y las de nuestras propias casas.
Transcripción de la charla «Mujeres y libros: la historia de la Librería Mujeres de Madrid», con motivo del Día de las Escritoras 2023, en la Biblioteca Iván de Vargas de Madrid.